En esta nueva etapa de abertura se suceden los casos nuevos a cada día en distintas partes del mundo, tras cambiar las normas de obligatoriedad del confinamiento por la de responsabilidad individual, decía Sartre que «el compromiso es un acto y no una palabra» y es ese compromiso el que se nos exige a todos para superar esta pandemia, pues se ha visto que este virus viaja y salta de un lugar a otro colapsando sistemas de salud y poniendo a prueba a los profesionales sanitarios y a la población en general.

Esta salida del aislamiento viene motivada por la reactivación de la economía, pero con la mirada puesta en la salud, y debemos saber equilibrar el binomio salud y economía, apelando a los valores que nos son atribuidos a la condición humana de pensar en lo colectivo.

Nuestra capacidad de reacción ante esta crisis nos obliga a hacer cambios en nuestro día a día para protegernos y proteger a aquellos que nos están próximos en nuestro núcleo familiar, laboral o social, y esto es un imperativo porque puede salvar vidas.

En nuestra región panamazonica, todo esto se está viviendo como un episodio más de crisis humanitaria que compromete seriamente el futuro mas inmediato, sin pensar siquiera que nos puedan llegar colaboraciones externas, pues esta pandemia que está afectando a todo el mundo, está siendo verdaderamente grave en estas zonas denominadas de riesgo máximo de vulnerabilidad, a pesar de nuestra insistencia a través de reuniones online e informes con instituciones internacionales que nacieron para dar soluciones concretas a estas zonas más abandonadas.

Quienes tenemos experiencias en zonas endémicas, sabemos que para evitar la extensión de una epidemia hay que cortar la cadena de transmisión del virus. Esto se consigue, por una parte cuando hay un número suficiente de individuos (por lo menos más del 60%) que están protegidos contra la infección, que actúan como una barrera e impiden que el virus alcance a aquellos que todavía podrían contagiarse, y por otra cuando se vacuna a la población, pero contra este virus todavía no tenemos una vacuna.

El virus no ha desaparecido y los casos nuevos se confirman a diario e incluso en algunos lugares se ha vuelto a descontrolar la situación, sobre todo las derivados de aglomeraciones de personas (fiestas, eventos sociales, reuniones familiares, etc.), pero no podemos estar confinados eternamente ni podemos esterilizar todos los ambientes, por tanto debemos asumir nuestra responsabilidad colectiva para cuidarnos y evitar contagios, ya sabemos más sobre las vías de transmisión de este virus, así pues tenemos una manera de inactivarlo, juntamente con el rastreo de los contactos de personas positivos para así tomarle la delantera; y para ello se requiere un personal socio-sanitario preparado, competente, para evitar que el sistema pueda colapsarse. Es fundamental no relajarse mientras no se apaguen todos los focos, pues debemos evitar que se avive de nuevo el incendio hasta conseguir la terapéutica preventiva definitiva.

Dice un proverbio Paumari que «el ser humano una vez que nace y sale al mundo, está condenado a vivir en comunidad con animales y gentes a quienes tiene que proteger para sobrevivir en un ambiente casi siempre hostil», esta afirmación me resulta bastante realista en estos momentos, pero no por ello es imposible de hacerla frente, pues usando el positivismo como ideal de conocimiento podría decir que es una buena oportunidad para que todos usemos nuestros talentos para dar sentido a nuestra vida y no sustituirla por sensaciones como el miedo por todo esta situación de alerta permanente, de ahí que debamos seguir las recomendaciones científicas contrastadas, y siempre enfocadas a salvaguardar la vida de todo ser humano en cualquier parte del mundo, y así podríamos ir revertiendo esta situación de nuevos casos de tiempo en tiempo y evitar decirnos al oído unos a otros que algo no va bien, pues como decía Disney «puedes crear, soñar y diseñar personalmente el más hermoso lugar en el mundo pero necesitas una comunidad fortalecida para hacer tu sueño realidad».

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